Esclavitud de infantes en plantíos de droga

*Menores son reclutados, “levantados” o forzados a participar en actividades ilícitas

Oaxaca, Oaxaca, Lunes 29 de Abril, 2019 (Fuente: Notimex).- El director ejecutivo de Red por los Derechos de la Infancia, Juan Pérez García, aseguró que el trabajo infantil va desde el empleo familiar o comunitario, hasta la esclavitud en la siembra y el cultivo de la amapola.

Lo más preocupante es que los menores son reclutados, “levantados” o forzados a participar en actividades ilícitas, pues hay denuncias sobre la esclavitud de niños y adolescentes que son obligados a trabajar en plantíos de mariguana, planteó.

Tales son los casos del estado de Guerrero, así como en el denominado Triángulo Dorado de la Sierra de Sinaloa, donde hay “levantamientos” de jóvenes de primarias y secundarias.

Recordó que hay denuncias sobre ataques a secundarias en Guerrero, donde se llevan a menores de edad para que trabajen en la cosecha de mariguana. En Veracruz incluso han cerrado escuelas para evitar que “levanten” a los menores, muchos de los cuales nunca son vueltos a ver, sostuvo.

En entrevista con Notimex, Pérez García expresó que el trabajo infantil es resultado de la desigualdad económica, pues 47 por ciento de las familias en México sufre pobreza.

Abundó que cuando se desagregan los datos de la niñez o personas menores de 18 años, la pobreza alcanza 53 por ciento de los casi 22 millones de niñas, niños y adolescentes, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

De ese universo, detalló, 4.7 millones están en pobreza extrema y enfrentan dificultades para comer cuando menos una vez al día, lo que explica por qué hay más de tres millones de ellos en actividades económicas entre los cinco y los 17 años de edad.

La mayor parte de ellos, señaló, ocho de cada 10 lo hacen en pequeñas unidades, y de esos más de tres millones, unos 500 mil realizan trabajos domésticos, fundamentalmente mujeres, y 2.5 millones están en el sector agrícola o en talleres familiares y venta de servicios.

Detalló que hay tres tipos de actividad económica que realizan los menores, como es la familiar o la comunitaria que no necesariamente es perniciosa; hay la que hacen para un tercero, donde incluso se les contrata; y están las actividades ilícitas, donde sufren explotación e incluso pueden ser esclavizados.

En las comunidades rurales es una práctica tradicional que los padres les trasmitan a los hijos sus conocimientos sobre la siembra y los cultivos, así como el uso de la tierra, involucrándolos desde pequeños, lo que no implica que dejen la escuela o que dejen de jugar o estén en riesgo.

Algo similar ocurre con otras actividades como el comercio ambulante, expuso, aunque hay un común denominador: se trata de familias que sufren pobreza extrema, donde el trabajo de los hijos forma parte de sus ingresos.

La que se realiza por contrato, expuso, particularmente en las zonas urbanas, se hace principalmente en la industria de la construcción, donde se tiene como prioridad contratar a adolescentes indígenas, quienes están urgidos de obtener un ingreso, sin conocer sus derechos laborales y muchos son analfabetas e incluso no hablan español.

Casos semejantes se ven en la industria minera y, por supuesto, en el sector agrícola, donde familias enteras viajan de Oaxaca o Guerrero hacia los campos de Sinaloa, Sonora y Baja California, por mencionar los más notables.

Estas últimas actividades sí son perniciosas, porque pueden significar la pérdida de escuela, riesgos para su salud, ausencia de días de descanso y en ocasiones hasta exceso de violencia y, pese a ello, la contratación puede ser legal, pues la Ley Laboral permite que un adolescente de 15 años en adelante trabaje con la supervisión de la Secretaría del Trabajo.

Los menores que son contratados enfrentan varias desventajas, como el hecho de que perciben menos salario que un trabajador adulto y no pueden ser dados de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ni ser parte de sindicatos, ni tienen oportunidad de presentar recursos jurídicos cando son objeto de alguna injusticia.

“Son explotados, aportan un beneficio económico al ingreso familiar, pero tienen muchas desventajas que los hace totalmente vulnerables”, subrayó.

Niños indígenas, principales víctimas de trabajo infantil forzado

En las familias más pobres del país, los niños terminan como pilar de la economía pues, aunque la madre y el padre trabajen, los mejores ingresos se los llevan los hijos, quienes corren el riesgo de ser víctimas de trata de personas.

Así lo expresaron a Notimex los integrantes del grupo Colectivo Callejero, Brenda Raya y Jorge Rojas, quienes denunciaron que, en la Glorieta de Camarones de la Ciudad de México, niños indígenas de Hidalgo y de Querétaro son trasladados a la ciudad para hacer malabarismos, piruetas o simplemente mendigar entre los automovilistas.

Mientras que en el corredor de las vías que va de la colonia Tlatilco, donde antiguamente pasaba el ferrocarril, hasta a la antigua estación de Buenavista, viven familias de pepenadores desde hace varias generaciones, donde los abuelos, los hijos y los nietos colaboran en el sustento.

Desde que empiezan a caminar solos comienzan a saber lo que es trabajar, como María, de apenas cinco años de edad, quien mientras sus padres van a trabajar se queda con su abuela a vender cigarros; al perder la vista dejó el negocio a su nieta, quien sin tener un grado de educación sabe hacer bien las cuentas y no deja que nadie le pague menos del costo establecido para la mercancía.

Los denunciantes son profesionales comprometidos con la protección y reivindicación de los derechos de toda persona en estado vulnerabilidad, señalaron que en el Metro Bellas Artes se reúne un grupo de mujeres, al parecer mazahuas, que también ponen a sus hijos a pedir limosna en los vagones del Sistema de Transporte Colectivo.

Agregaron en la Avenida de los Insurgentes también hay comunidades indígenas muy grandes de mazahuas, hñahñus y triquis, que al llegar de sus zonas de origen ocuparon los edificios abandonados después del terremoto de 1985; desde entonces vivían ahí, pero luego de los sismos de septiembre de 2017 tuvieron que abandonarlos.

En este momento, más de 100 niños indígenas viven a la intemperie entre las calles de Milán, Liverpool y Roma, en la Ciudad de México, sin recibir apoyo de las autoridades.

Rayas y Rojas explicaron que quienes deberían intervenir e investigar esta situación son la Agencia del Ministerio Público 59, especializada en la atención del menor, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), local y federal, así como organizaciones civiles.

Detallaron que los menores no sólo son utilizados por la delincuencia organizada, también los usan autoridades policiales que antes de realizar un operativo les pagan para que vean cómo se encuentra el lugar, cuántas personas hay y si están armadas, lo que pone en riesgo las vidas de los niños.

Sostuvieron que en la Ciudad de México hay trabajo infantil forzado, particularmente de niños indígenas. Hay un grupo de niños mazahuas acordeonistas que trabajan tocando en el Metro o en las calles.

En la calle Madero, del Centro Histórico, un grupo de tres niños guitarristas, de entre siete y 11 años de edad llama mucho la atención y recibe bastantes monedas en su canasto. Según Colectivo de la Calle, un músico en Madero saca unos mil 200 pesos al día, por lo que esos chiquillos deben ganar, cuando menos, el doble.

En Marina Nacional, en varios puntos, se concentra otro grupo de niños con trajes típicos chiapanecos, muy probablemente son tzeltales, que montan un espectáculo con máscaras de políticos, en el que el expresidente Carlos Salinas de Gortari es el actor principal.

Con más de 10 años de experiencia en apoyo a menores de la calle, los denunciantes explicaron que hay niños que trabajan en los mercados, principalmente en comedores, donde ayudan en el negocio familiar sin sueldo, pero sí van a la escuela y son apoyados por sus madres, muchas de ellas solteras.