¡Ni perdón, ni olvido!

Oaxaca, Oaxaca, Domingo 03 de Octubre, 2021.- Las tragedias en México se suceden día tras día, sexenio tras sexenio. Hace una semana se conmemoraba el séptimo aniversario de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero. Ayer, se conmemoraron 53 años de la Masacre del 02 de Octubre en Tlatelolco.

El tiempo, los tiempos de la política se escurren rápidamente y vendrán otros sexenios, mientras tanto, López Obrador que se comprometió con los padres de los normalistas con sus familiares, compañeros y amigos a dar con su paradero, solamente sigue el juego de la impunidad y el engaño.

Impunidad para el Ejército Mexicano, para autores materiales e intelectuales; engaño para los padres, familiares, compañeros, amigos, organizaciones sociales y organismos internacionales que siguen creyendo en el discurso mentiroso de quien solamente apuesta al paso del tiempo.

La guerra contra el pueblo sigue dejando miles de muertos y desaparecidos, una sociedad dividida y confrontada que no comprende que las migajas de los programas sociales son derechos ganados con el dolor y la sangre de las y los héroes visibles y anónimos de la patria.

Guerra genocida que nos viene desde muy lejos en el tiempo y en el espacio: la ultraderecha exhibe sus responsabilidades día tras día, igual es en Washington o en Madrid, las muletillas de Pablo Casado, él o el mismísimo Santiago Abascal siguen los libretos del gran capital.

Da igual que sea Isabel Díaz Ayuso, Aznar, Vargas Llosa, Nicolás Sarkozy o Calderón quienes ahora arremeten contra los pobres, los migrantes y los indígenas. En la impunidad que les brinda la ultraderecha encontrarán los represores el cobijo a sus delitos de lesa humanidad.

Jóvenes, pobres, migrantes e indígenas son el verdadero enemigo a vencer para la ultraderecha que puede pactar con los grandes mandatarios para imponer su megaproyectos y planes de dominación mundial a costa del sufrimiento de millones y de llevar al planeta al borde del infierno.

Que el indigenismo es el nuevo comunismo se dice, se amparan en sus propios inventos para declarar guerras, sea en Irak o Afganistán; sea el Plan Colombia, la Iniciativa Mérida que dio paso la Guerra contra el Narco de Calderón o el Entendimiento Bicentenario de López Obrador y Biden.

Luchar contra el crimen organizado es un buen pretexto, pero este viejo crimen organizado es el que coloca a la Guardia Nacional como muro de contención de migrantes y convierte a México en un gran filtro nacional operado también por políticos, policías, militares y paramilitares.

Más que declaraciones, monumentos o centros culturales necesitamos un alto a la visible e invisible represión, ya; investigación y sanción de los delitos de lesa humanidad de ayer y de hoy, ahora; alto a los viejos pactos de impunidad y silencio; memoria, reparación y no repetición, hoy.

No se trata solamente de criticar y atacar al viejo presidencialismo encarnado en el nuevo ocupante de Palacio Nacional que opera a diestra y siniestra con los viejos partidos y operadores políticos que convierten a la maquinaria institucional en una arrolladora maquinaria de estado.

Eso lo hace la ultraderecha intentando hacerse del poder para perfeccionar la faceta neoliberal de las iniciativas de López Obardor, se trata de tener una visión crítica e informada del contexto local, nacional y mundial para entender cómo domina el capitalismo nuestras vidas.

Se trata de ser y estar con ese pueblo que sufre la militarización y paramilitarización de la vida y la política: la Guardia Nacional contra los migrantes, los paramilitares contra el pueblo raso; los políticos que asesinan líderes indígenas, campesinos o populares. Sí, ante la guerra, ayer y hoy:

¡Ni perdón, ni olvido!

Desde un rincón del exilio,

Juan Sosa Maldonado

Defensor de Derechos Humanos

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