Ciudadanos piden al gobierno de Oswaldo García Jarquín que despierte

*Bienvenidos al infierno de la colonia Reforma, en la capital de Oaxaca

*El antiguo edificio ocupado en el pasado reciente como sede del INJEO e IMJUVE, hoy está coinvertido en sede de terror urbano

Mario GIRÓN

Oaxaca, Oaxaca, Miércoles 13 de Febrero, 2019.- En peligrosa guarida para la paz y la seguridad pública se convierte por la noche el inmueble señalado con el número 920, en Belisario Domínguez, colonia Reforma.

El antiguo edificio ocupado en el pasado reciente como sede del Instituto de la Juventud del Estado de Oaxaca (INJEO) e Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE), hoy está coinvertido en sede de terror urbano. 

Luego de varios años utilizado como sede emblemática de políticas públicas con enfoque de atención a la juventud oaxaqueña, hoy, el edificio está en poder de vagos, mal vivientes, delincuentes, enfermos crónicos de alcoholismo, jóvenes inmersos en el mundo de la drogadicción, ladronzuelos de poca monta, cristaleros, roba celulares, carteristas, golpeadores, enfermos con padecimiento mental y centroamericanos de paso por Oaxaca de Juárez.

Lo que pudo convertirse en un motivo de trabajo, de inversión institucional para el rescate de tan importante espacioso y convertirlo en centro de atención a víctimas de maltrato familiar o escuela de arte y oficios, o lo que fuera en aras de ofrecerlo como albergue o de servicio público a la comunidad, terminó en manos de lo más peligroso que en la comunidad pueda existir. 

Vecinos opinan y patentizan la inconformidad, exigen al gobierno municipal que encabeza Oswaldo García Jarquín, despertar, tomar cartas en el asunto y conocer la problemática, lo que sucede en Oaxaca de Juárez para analizarla y resolverla.

Por ejemplo, ofrecen el siguiente razonamiento: ¿a qué funcionario le gustaría vivir en constante zozobra, teniendo a esposa, hijos e hijas o seres queridos en general, a unos cuantos pasos de un bunker consagrado en sede del vicio y delincuencia?

“No poder descansar en horas de la noche o madrugada, con el temor que los desconocidos puedan saltar la barda o por la azotea, entrar al hogar y cometer lo peor, una vez poseídos por el consumo de estupefacientes, alcohol u otros activos químicos alucinantes”.

Por miedo a sufrir la represalia de los nuevos inquilinos de la maldita propiedad pública en poder del delito, vecinos y familias se reservan el derecho a la identificación, en primera instancia, por sentirse defraudados al no contar con el apoyo de la autoridad hasta donde han llevado la respectiva queja, la cual sigue sin ser tomada en cuanta.

Aseguran que la invasión del vicio y delincuencia no es nueva en el edificio que albergó en el pasado oficinas consagradas a la atención de la juventud. Llevan poco más de un año habitando un lugar que no les corresponde y nadie los molesta, mucho menos los representantes de la ley.

Para entrar, posibles delincuentes y viciosos rompieron vidrios de la puerta principal; hicieron otro boquete, tipo túnel chapo Guzmán, derribando un frágil muro levantando con material de tabla roca.

El infierno arrancó y entró por el par de boquetes abiertos por mujeres y hombres, hoy día, convertidos en el mayúsculo terror de familias con residencia en la novena calle de Belisario Domínguez.

Sin la reserva del caso para encarar el reto del peligro, Rotativo ingresó por uno de los accesos marcados en busca de las gráficas necesarias para vestir el tema.

El objetivo se alcanzó. Luego, como roedores escaparon lo últimos “inquilinos”, al filo de las ocho de la mañana. Se espantaron al observar a un desconocido enfocando y manejando con extraordinaria velocidad una antigua cámara fotográfica.  

Bienvenidos al infierno de la colonia Reforma

Paredes tapizadas y bien trabajadas con grafiti advierten un “aguas”, peligro.

Sin embargo, nada malo sucede.

Empezamos sin temor el recorrido. Captando la riqueza de escenas dignas de una buena toma fotográfica nos empuja a la aventura; avanzamos y lo hacemos en solitario, sin testigos de nuestro ingreso a un lugar maldito, lo hicimos sin medir la posibilidad de peligro. Ganamos, pudo más el oficio periodístico, nos impusimos al temor. El oficio nos empuja a superar retos. 

En donde existieron oficinas decoradas con lujo, hoy se trata de un espacio de episodio manicomio. Huellas de vómito, excremento y figuras caprichosas expresadas con el orín de viciosos.

Envases y latas de cervezas. Condones usados, latas de solventes tóxicos, cartones utilizadas como cama, basura de productos chatarra, colillas de cigarros.

Pareciera tratarse de un set de filmación del nuevo cine mexicano. Espacios, ex oficinas de lujo convertidas en cuartuchos, en locaciones de locuras explotando en horas de la madruga, cuando los nuevos inquilinos empiezan a escandalizar, con aullidos, cual lobos; carcajadas, insultos, ruidos, escándalo y después el temor, cuando el silencio aparece.

Vecinos sin poder dormir se convierten en víctimas del temor, del silencio, pensando en que llegó el momento de lo peor, que los desconocidos pondrán en marcha la invasión a hogares, a la propiedad privada de ciudadanos solicitando auxilio que nunca llega…