El Istmo, una tragedia limitada

Oaxaca, Oaxaca, Martes 12 de Septiembre, 2017 (Fuente: Agencias).- Las historias se empiezan a encontrar en las calles donde la gente está pasando las noches. El problema inicia ahora. Las muertes son cerca de cien en todo el país, una verdadera tragedia, pero que es limitada si se piensa en la magnitud del terremoto.

Oaxaca ha puesto a la mayor parte de los muertos, pero también con una cifra limitada si se piensa en poblaciones como Juchitán e Ixtaltepec, en donde la devastación fue total.

En Santo Domingo Zanatepec la gente está tranquila, muchas afectaciones materiales “pero nada gravísimo”, señala Ana Sánchez, oriunda del lugar que ahora pasa su vida profesional entre la capital estatal y la del país.

Las casas tradicionales de los cercanos San Francisco del Mar y San Dionisio del Mar, hechas de muros gruesísimos de adobe, con techos de dos aguas cubiertos por tejas en muchos casos, han sido las que más notoriamente han cedido al terremoto.

Desde Zanatepec, tierra adentro, Ana vivió el temblor cuando visitaba a su familia y, como muchos vecinos, salió a la calle y allí se quedó temerosa, hasta que recordó que su padre estaba pasando días en un poblado más pequeño, hacia la costa. Hizo el camino herrero que se dirige hacia allá y, en caravana, encontró a la mitad de la madrugada una procesión de gente que huía del mar.

 

–¿A dónde van?

–A Santo Domingo.

–¿Qué pasó?

–La televisión dice que el mar se nos va a echar encima.

 

No sólo los que perdieron su hogar o lo vieron agrietarse han huido, sino también las familias de pescadores que sacan de la laguna los camarones que llegan secos a prácticamente todo el país. Los hombres y mujeres del mar han quedado impactados por la amenaza de que un “tsunami” (vocablo que se ha incrustado en su habla diaria) podría acabar con todo.

Un alto porcentaje de habitantes de San Francisco, el tercer municipio del Mar, está en Reforma de Pineda, otra población mediana que está a escasos 6 kilómetros. No hay diferencia entre una y otra población, pero la gente de San Francisco se siente allí más segura, 6 kilómetros más lejos de la orilla de su costa, a la que iban cada día a pescar.

Los habitantes de Juchitán y de Ixtaltepec pasan malos momentos porque sus poblados, muy urbanizados, no brindan continuamente los servicios de agua o de luz, pero los habitantes de los municipios del Mar y de otras poblaciones pequeñas se dividen en tres grupos.

Primero están los que lo perdieron todo. Vieron caer su casa a sus pies (aun ellos en este sur profundo saben que ante un temblor hay que salir de casa); luego están los que la vieron agrietarse; esperan que las autoridades les digan si se puede vivir allí o no.

Finalmente está el grupo del miedo, aquellos que temen al mar y a la tierra por igual. No tienen elementos para pensar que su hogar sufrió daños o no, pero han optado por quedarse en los albergues o en las calles donde muchos pasan las noches a efecto de que el tiempo corra, de que regrese la seguridad de que la tierra les dará cobijo y el mar les dará el sustento.

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