Norma Muñoz Ledo pone sobre la mesa temas que no suelen hablarse con los niños

*La novela será presentada en la “Carpa 2” de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) el domingo 11 de noviembre a las 12:00 horas

Oaxaca, Oaxaca, Viernes 09 de Noviembre, 2018 (Fuente: Comunicado).- Una mirada honda recorre a los personajes, ésos que habitan la realidad, ésos que cobran su justa dimensión cuando habitan la ficción. De esa labor se encarga la escritora y guionista Norma Muñoz Ledo (Ciudad de México, 1967), quien con definido pulso toma los elementos necesarios de lo que nos rodea para llevarlos a sus páginas, donde los sentires también dejan verse como personajes, personajes de agua, que aparecen de fondo, detrás de la familia Pachón, la que se retrata en el libro Peligro de suerte (Fondo de Cultura Económica, México, 2018; 603 pp.).

El volumen más de reciente de Muñoz Ledo es todo eso que se enmarca en su título, un sitio del que nadie escapa, pues la suerte es la razón superior de lo que nos rebasa y que distinguimos por estar fuera de toda precisión y lógica, de lo que precisamente se reviste nuestra vida: la suerte y su peligro.

Autora de más de veinte libros, Norma Muñoz Ledo conserva con enorme acierto —lo que se refleja en el éxito de venta— su cercanía con el público infantil y adolescente, sobre todo. Claro está que aborda un quehacer creativo sumamente complicado, pues el público joven si no encuentra los ganchos necesarios, sale de la lectura sin esperar más. Por otro lado, las ilustraciones de Alberto Montt (Ecuador, 1972) son el acento, tanto en portada como en páginas interiores, que invita con extraordinaria eficacia a ese público exigente.

Sobre el panorama, en el que la frontera de ficción y de realidad se vuelven uno, se consigue borrar la otra frontera, en la que no hay territorio para la edad; es así que esa mirada de la autora es la que convoca, y provoca, que niños y jóvenes, principalmente, tengan puntos de identificación.

A propósito de Peligro de suerte, tuvimos una charla con la autora, entre muchos otros libros, de Mamá tlacuache, Supernaturalia y Polvo de estrellas.

 

—¿Qué papel juega tu infancia en tus libros?

 

—Mi infancia está presente siempre, en mis libros, en mi vida. Para mí es un lugar cercano, cotidiano, un territorio en el que me muevo con facilidad, un lugar dentro de mí misma donde habitan las memorias que me sostienen. Con esto no quiero decir que la infancia sea una burbuja de felicidad. Ni toda la infancia es feliz, ni todas las infancias son dichosas. Sería una idea muy romántica y hasta cierto punto, mentirosa. Sin embargo, sí hay una inocencia natural, una infinita capacidad de creer sin dudas y asombrarse sin reparos, un deseo de conocer; una actitud lúdica ante la vida, porque la ley de la infancia es la ley del juego, sin importar qué tan graves y serias sean las circunstancias que te rodean.. Si algo conservo de esta etapa de la vida, es que muchas cosas me asombran, me interesan, me mueven y me llaman.

—En Peligro de suerte de algún modo adviertes que es un trabajo muy personal por tu relación con los personajes que describes. ¿Cómo tratar con esa tinta de la realidad y que dibujas en tu novela?

 

—Iser escribió que los personajes son portadores de significado. Me gusta mucho esa idea. Yo siempre intento que mis personajes sean lo más genuinos posible. Trabajo mucho tiempo en cada uno, los llego a conocer muy bien. De pronto me sorprenden los rumbos que toman dentro de la historia; es como si cobraran vida y actuaran de acuerdo a su propia psicología. En Peligro de suerte, por ejemplo, Segismundo, Fernando, Pacita, son quienes son y su vida y la de los personajes a quienes sus acciones afectan toma los giros que en la vida real probablemente tomarían. Pacita no se redime, Fernando se deprime, Segismundo enfrenta las consecuencias de su adicción… es decir, como suele ocurrir con la gente de verdad.

 

—Hablemos de la suerte, ese símbolo palpitante, ¿cómo te jaló para que le dieras forma?

 

—Hace mucho que me atraía el tema de la suerte. Antes de escribirla, toda la historia giraba en torno a la idea de correr peligro de suerte: ese juego de palabras, esa apuesta, esos dados que avientas al aire… es algo que me parece electrizante. Tardé siete años en escribir la novela, siete años en los que pasaron muchas cosas en mi vida. No creo en la suerte, pero sí hay azar, todos esos sucesos inesperados, imprevisibles, que de un momento a otro hacen que nuestro mundo dé un giro de 180 grados. Y al azar… también se le provoca.

 

—La suerte, buena o mala, es el refugio del que se siente ajeno a su voluntad o, a la inversa, el que motiva sus habilidades por contar con ese privilegio. ¿Qué opinas de ello?

 

—La suerte es una idea, un concepto. Y sí, solemos atribuirle el resultado de lo que nos ocurre a la suerte, la buena o la mala. Es muy curioso: en verano di un taller de escritura a un grupo de adolescentes. Al preguntarles si creían en la suerte, dijeron que no y dieron todo tipo de explicaciones racionales. Sin embargo, todos revelaron que en sus familias existían rituales relacionados con la buena suerte, muchos de los cuales se llevan a cabo entre el 31 de diciembre y el primero de enero, o antes de salir a un viaje. Un chico sumamente científico confesó tener un lazo rojo en un tobillo, para atraer a su alma gemela. La idea de atraer a la buena fortuna y rechazar a la mala suerte es algo muy arraigado en el ser humano, si no, no existiría la superstición.

 

—Por otro lado, el aspecto psicológico de cada uno de tus personajes tiene una precisa definición. ¿Cómo te revistes, como escritora, para darles sus características?

 

—¡Uy…! La creación de los personajes es lo que más disfruto al escribir una novela… y también, lo que me hace sufrir más. Es como si todos ellos estuvieran en un caos interior y la labor creativa es darles forma. Pasar de la imaginación a lo imaginario. Los llego a conocer muy bien, mucho más de lo que puede verse en la novela y se convierten en presencias fantasmales junto a mí durante el tiempo que la historia está conmigo, mientras la escribo. Porque después la suelto y los suelto a ellos y a veces eso es un proceso muy difícil, que me duele, que le lloro, que me da gripa. En ocasiones, si el personaje es difícil, eso permea a mi vida y me siento mal, de malas, extraña. En Peligro de suerte, escribir a Nonna Rosi fue difícil, incómodo, porque el personaje es así.

 

—De Peligro de suerte, ¿tuviste que suprimir personajes, escenas…?

 

—Personajes no, pero escenas sí. La principal razón es que la novela era más larga de lo que ya es, entonces vino una labor editorial intensa con Susana Figueroa, editora del FCE. Teníamos que adelgazarla, hacerle una liposucción. Una de las escenas largas que suprimí estaba algo desfasada de la edad a la que está dirigida toda la novela.. Pero no hubo censura y es algo que agradezco al FCE: la editorial apostó conmigo por una historia sin edulcorantes.

—Cierto es que es un libro muy extenso de más de 600 páginas. ¿Cómo esperas la recepción en el público juvenil?

 

—Creo que entre los lectores infantiles y juveniles hay de todo, como en botica. Hay chavos a los que les gustan las historias cortas y otros aprecian las lecturas largas, en donde te sientas a disfrutar la narración y los ires y venires de los personajes. Y hay gente a la que le gustan las dos cosas. Por otro lado, el público infantil y juvenil es el más exigente: si el libro no les atrae, lo sueltan y se van a hacer otra cosa; hay una oferta enorme de entretenimiento para ellos. Tengo confianza en la forma como está escrito el libro, en el humor, en el suspenso que se va creando, el deseo de saber qué pasará con la familia, la curiosidad que despiertan los personajes y los muchos niveles de lectura que se crean. Y además, nos queda la gran lección de Harry Potter: cuando la historia te interesa, no importa el número de páginas.

 

—Una característica de tu libro, es el gran abanico de temas donde se interactúa con niños y jóvenes, con la debida importancia de su presencia…

 

—Con Peligro de suerte quise abrir el diálogo, poner sobre la mesa muchos temas que no suelen hablarse con los niños. Porque suele pensarse que los niños no se dan cuenta de nada, que están en su mundo, pero los niños se dan cuenta de absolutamente todo: de lo que pasa en familia, si hay problemas; de lo que ocurre en la escuela, de los sucesos del país y del mundo. Es muy probable que no lo entiendan como un adulto porque no tienen el mismo conocimiento ni la misma experiencia de la vida, pero viven bombardeados de información y son muy receptivos y sensibles. Y cuando platicas con ellos te das cuenta de que su percepción a veces es mucho más sabia que la de cualquier adulto. De ahí que decirles “tú no opines porque eres niño”, “estás muy chica para hablar de eso”, “¿tú que sabes?”, y todos esos comentarios, es no tomar en cuenta su inteligencia y su sensibilidad. Y lo que quiero es hacer visible la infancia y cómo es que niños y niñas viven y sienten lo que está pasando. La ficción siempre es un mínimo reflejo de la realidad, que es mucho más grande. ¿Nos preguntamos, ante todo lo que vivimos como padres, adultos, ciudadanos, cuál es la mirada de los niños?

 

La autora, acompañada de Laura Lecuona, Susana Figueroa, Elia Sánchez y Miguel de la Cruz, presentará La novela Peligro de suerte en la “Carpa 2” de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) el domingo 11 de noviembre a las 12:00 horas.

Como parte de la presentación, se contará con un cuentacuentos y se desarrollará la dinámica #LeoConOnce -creada por el periodista cultural de Once TV- a la que acudirá un grupo de personas que previamente leyó el libro y participó mediante sus cuentas de Twitter compartiendo frases, preguntas y comentarios sobre la obra. La entrada es libre y abierta a todo el público.

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