Peregrinaje y devoción a la Virgen de Juquila

Peregrinaje y devoción a la Virgen de Juquila

Oaxaca, Oaxaca, Jueves 04 de Febrero, 2016 (Fuente: Martha Elva González / elsoldemexico.com.mx).- Con sus dolores a cuestas, con sus pies sangrantes, pero con la fe y la devoción en sus rostros, miles de peregrinos de todo el país se dan cita en Juquila, Oaxaca; y aunque la afluencia es de todos los días, los fines de semana explota la romería, de colores, de olores, de cantos y voces, especialmente de la zona mixteca, con su dulce dialecto y su música de marimba y llama la atención un mayor número de fieles varones, cargando, jalando, a sus pequeños hijos, sus mujeres caminan atrás; y una enorme cantidad de jóvenes.

Enclavada entre los cerros pelones, secos, que depositan polvo en los rostros, en el cuerpo y partiendo de la capital, Oaxaca, por un sinuoso camino, tras cinco, seis horas en vehículo, los peregrinos marchan días, y a veces semanas, se llega a Santa Catarina Juquila, a dos horas de Puerto Escondido.

Sintiéndose, como buen capitalino, “como burro en el periférico” (cuadro por cierto, del maestro Gastón), se recorre la calle principal sin entender bien a bien “qué estoy haciendo aquí”, porque falta la fe sencilla, primitiva, limpia, del pueblo “que sí sabe a qué va”.

En medio de las casas, colgadas de las laderas, suspendidas en los precipicios, se llenan los ojos con el inmenso colorido de los cientos de miles de objetos para agradecer a la Virgen de Juquila, para regresar con un recuerdo, para seguir en casa con la devoción.

Mucho se habla de los milagros de la Virgen, pero dicen los caminantes y los lugareños: “El único que no ha podido hacer es librarnos de los gobernantes ladrones”. “Va a volver a ganar el hijo de Murat, pero ¿qué podemos hacer nosotros?”, platican resignados, frustrados, con esa dulzura que da el estado de gracia con el que llegan y se van tras pagar su manda, y con el que viven los lugareños.

Después de 30 años, al menos, Juquila es un pueblo próspero, el templo, la plaza principal, el Palacio Municipal, todo ha sido renovado, pintado con esmero, y raro, muy, muy limpio, se notan los altos ingresos; “un pueblo que vive de los milagros de la virgen y vive muy bien”.

Los pequeños hoteles, que reciben amablemente a los visitantes, pululan y se llenan, no hay habitación disponible, pero hay sonrisas, palabras amables, se nota la empatía con el (la) recién llegado; y los precios, estandarizados, muy accesibles, 250 por habitación sencilla, 400 por una doble y hay quien se da el lujo de “no tengo habitaciones, pero le presto una para que descanse mientras se desocupa la suya”.

Y la comida, 25 pesos por cinco tacos que huelen rico, de todo lo que pueda imaginarse, desde que canta el gallo hasta las 11 de la noche: las mojarras fritas, enormes, de 100 a 130 pesos, con arroz y ensalada; la carne asada, el tasajo, los moles y las “salsas” de pollo, de carne, de chicharrón, con frijoles negros de la olla, 80 pesos; y las tlayudas, la barbacoa de chivo y los panes de pueblo y las flores, muchas flores, hasta de importación, “para la virgen”.

Y no alcanza el tiempo para visitar, para limpiarse en su río, sus cascadas, ni “el pocito”, donde dicen se apareció, ni “el pedimento”, donde se habla de otro milagro y donde todo peregrino deja sus peticiones, “sus encargos” a la virgen.

 

La experiencia espiritual

 

Al ver la imagen de la virgen, tallada en España, como de la Purísima Concepción, en el altar, tan pequeñita, apenas 30 centímetros, hoy con su enorme corona de oro nadie, creo, puede imaginar su fuerza, su energía.

Entiendo que conjunta la de millones de peregrinos, de 490 años, que llegan desde el año 1526, fecha en que Fray Jordán de Santa Catalina donó, cuando regresó a su lugar de origen, a Antonio Anastasio, campesino al que evangelizó, escultura que sobrevivió sobre los escombros del incendiado jacal del indígena. Y ahí empieza la devoción. Por cierto, “muy inteligentemente”, al llegarle la notica de tales milagros, el padre Jacinto Escudero, “como persona instruida y sensata”, dice la historia, para evitar “abusos fáciles de cometer, con pretexto de la devoción” y “venciendo la resistencia del propietario” trasladó la imagen al templo.

Más adelante, en 1633, se quemó la comunidad, toda, de Amialtepec, hoy, Santa Catarina Juquila; el pueblo entero y los indígenas volvieron a encontrar entre los restos calcinados del altar y la iglesia la imagen “ligeramente ahumada”, pero entera. Y ahí sigue la devoción.

Tan numerosos los testimonios de sus milagros, que el papa Francisco concedió la Coronación Pontificia a la imagen, en febrero de 2014, “siendo elegida el 8 de octubre”, pero como su origen es la Virgen de la Concepción, se le festeja el 8 de diciembre y la gran fiesta empieza desde el día seis.

Con misas desde las 05:30 de la mañana, todos los días el sacerdote tiene que pedir desde el púlpito “que la peregrinación que está llegando, espere un momento fuera para dejar salir a todos” o “por favor, ya sé que no les gusta, pero apaguen sus velas. En un lugar cerrado no podemos tenerlas encendidas”, porque aun sin bancas, el gran espacio es insuficiente para contener la fe.

Y también, la iglesia de Juquila abrió su Puerta de la Misericordia, donde por órdenes del papa Francisco, al pasar por ella, “te son perdonados todos tus pecados”, que paz, que armonía, el sentirse limpio después de cumplir la penitencia y de saber que Dios no perdona, porque nunca nos ha condenado.

Y el mensaje de la virgen parece muy claro: “Defendamos a la familia, no participemos de insidias, chismes; no tengamos actitudes que rompan la armonía, que provoquen desunión, alejamiento, dolor, abandono”.

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