El águila mixteca en la bandera más bella del mundo

Juan Arturo López Ramos

Oaxaca, Oaxaca, Domingo 31 de Marzo, 2024.- Una tarde de marzo de 1991, en el palacio de gobierno del estado de Oaxaca, mientras esperaba la hora de mi Acuerdo con el gobernador Heladio Ramírez, llegó a la antesala un modesto y sencillo dirigente campesino, de nombre Donato Ruiz Quiros, quien se sentó al lado, con su morral lleno de esperanzas.

-¿Dónde nació usted?

Le pregunté, con el propósito de hacerlo sentir en confianza en el palacio de gobierno, casa de todos los oaxaqueños.

-En Chalcatongo, me dijo, con una breve sonrisa en el rostro.

Un torbellino de imágenes me despertó el nombre de esta población, incrustada en las altivas montañas mixtecas, rodeada por un arroyo que la acaricia con frescura.

Los bellos y antiguos códices mixtecos, nombran este lugar donde reinaba la misteriosa y venerada sacerdotisa Uno Hierba Muerte, respetada en todos los confines, porque era quien resolvía los conflictos entre los grandes señores de México antiguo, y por una enorme, profunda y misteriosa cueva, utilizada como el gran panteón real de los príncipes y señores mixtecos.

Merced a estos interesantes antecedentes, con verdadera curiosidad interrogué al líder campesino, para saber si de casualidad recordaba alguna leyenda, algún cuento o relato, que hubiese escuchado de los viejos de su pueblo.

Dijo recordar que siendo un niño, cuando salía a pastar sus animalitos, debía de tener especial cuidado con un mogote que se elevaba sobre el nivel de la antigua laguna de Chalcatongo, porque en ese fangoso promontorio, lleno de pegajoso barro humedecido, con facilidad quedaban atrapados los chivos, las vacas o cualquier otro animal.

Los ancianos le comentaron que ese mismo lugar, muchos años atrás, antes de la cuenta nueva, era frecuentemente visitado por una hermosa águila, que se posaba ahí, sobre los arbustos, como dueña y señora del lugar.

Un día -continuó la leyenda-, un grupo de personas decidieron atraparla. Todos a una sola voz, lanzaron sus dardos y sus flechas. Ante el estruendo, el águila, ilesa, desplegó sus alas, remontó el vuelo y alcanzó las alturas.

Esta es el águila -continuaron los ancianos- que se posó en el centro del gran lago, señalando el lugar donde habría de fundarse la majestuosa ciudad de México, Tenochtitlán. La voz mixteca que nombra a la ciudad de México, significa la ciudad sobre el espejo del agua.

Años después, en 2014, ofrecí algunas conferencias en seis ciudades de California, Estados Unidos, y estando en Bakersfield, me dijeron que ahí vivía un señor de 104 años de edad, que sólo hablaba mixteco. Vivamente interesado solicité visitarlo. Me encontré con un tesoro vivo: se llama Modesto López Bautista y nació en San Juan Mixtepec, del distrito de Juxtlahuaca, región Mixteca de Oaxaca, el municipio más antiguo que dio nombre a toda la región Mixteca y donde aún, hoy, el 92% de sus habitantes habla su idioma original.

Cuando lo escucho tiemblo de emoción.

Ambos, él y yo, nos encontramos en un lugar ajeno, a miles de kilómetros de Oaxaca, pero nuestra conversación fluye naturalmente; cada palabra nos acerca, eleva nuestro nivel de conciencia y desdobla nuestros espíritus, iluminando nuestro camino hacia el pasado, que devela secretos milenarios, y él mismo, ante mi asombro, me confirmó la preciosa leyenda del águila que voló de la Mixteca para señalar el lugar donde habría de fundarse la gran ciudad de México, la Tenochtitlan.

De aquel encuentro escribí que las fuentes históricas señalan la enorme influencia de la cultura mixteca en el altiplano central, al propiciar con sus conocimientos, el florecimiento de los toltecas, cholultecas, tlaxcaltecas, texcocanos y particularmente, los aztecas. Influencia acrecentada con los innumerables matrimonios entre la nobleza mixteca y la nobleza de estos pueblos.

Ixtlixóchil señaló textualmente, al contar la historia de Texcoco, la capital cultural del valle de México:  – “…Y llegaron los mixtecos a civilizar a los texcocanos”. En los códices Texcocanos llamados Xólotl y Quinatzin, aparecen los mixtecos vestidos con mantas de algodón y con los instrumentos de sabiduría en sus manos: los pinceles y la tinta azul y roja, mientras los texcocanos aparecen con pieles de animales, portando arcos y flechas. Todo el panteón cultural Azteca presenta una completa y total influencia mixteca: los elaborados diseños de los textiles, las bellísimas joyas de oro, la preciosa talla del cristal de roca, su magnífica escritura, su calendario, su fina cerámica, entre otras cosas. Estas valiosas referencias avalan que atrás de la fantástica leyenda del Águila Mixteca, se encuentra una gran verdad por develar, en la fascinante historia de México.

Hoy comparto con mis apreciados lectores, que numerosos estudiosos e investigadores han revisado recientemente los documentos antiguos, los escritos primordiales, y han encontrado que el primer nombre de México-Tenochtitlán fue precisamente Cuauhmixtitlan, que justamente significa “el águila entre las nubes”, es decir, el águila del País de las Nubes, el águila de la Mixteca.

Por ejemplo, la “Historia de los mexicanos por sus pinturas”, señala explícitamente:

“En este primer año, como los mexicanos llegasen al lugar susodicho, Huitzilopochtli se apareció a uno que se decía Tenoch y le dijo que en este lugar había de ser su casa y que ya no habían de andar los mexicanos, y que les dijese que por la mañana fuesen a buscar alguno de Colhuacan, porque los habían maltratado y lo tomasen y sacrificasen y diesen de comer al Sol. Y salió Xomimitl y tomó a uno de Colhuacan que se decía Chichilcuauhtli, y saliendo el Sol lo sacrificaron y llamaron a esta población Cuauhmixtitlan, y después fue llamada Tenochtitlan, porque hallaron una tuna nacida en una piedra y las raíces de ella salían de la parte do fue enterrado el corazón de Copil, como se ha dicho”.

La crónica Mexicayotl, establece que la fundación de la capital del imperio mexica ocurrió el 13 de marzo de 1325, año en que los aztecas terminaron su peregrinaje y relata en forma vibrante el extraordinario suceso:

“Id y ved un nopal salvaje: y allí tranquila veréis un águila que está enhiesta. Allí come, allí se peina las plumas, y con eso quedará contento vuestro corazón: ¡allí está el corazón de Copil que tú fuiste a arrojar, allá donde el agua hace giros y más giros! Pero allí, donde vino a caer, y habéis visto entre los peñascos, en aquella cueva entre cañas y juncias, ¡del corazón de Cópil ha brotado ese nopal salvaje! ¡Y allí estaremos y allí reinaremos: allí esperaremos y daremos encuentro a toda clase de gentes! Nuestros pechos, nuestra cabeza nuestras flechas, nuestros escudos, allí les haremos ver: a todos los que nos rodean allí los conquistaremos! Aquí estará perdurable nuestra ciudad de Tenochtitlan! El sitio donde el águila grazna, en donde abre las alas; el sitio donde ella come y en donde vuelan los peces, donde las serpientes van haciendo ruedos y silban! ¡Ese será México-Tenochtitlan, y muchas cosas han de suceder!”.

El nombre de Cuauhmixtitlan fue cambiado por Acamapichtli, el primer Tlatoani azteca, en el año de 1376, para honrar la memoria de Tenoch, el último Cuauhtlahtoani, que era el puesto predecesor al del Tlatoani, el cual se utilizaba en la época de migración de los mexicas para referirse al líder, pues fue él quien culminó la azarosa peregrinación azteca. Dicha palabra significa «el que habla como águila».

Es un gran orgullo que el origen del escudo nacional de México, plasmado en la que se considera la más bella bandera del mundo, tenga sus profundas raíces en la mixteca. Quedan muchas otras interrogantes por develar, ¿por qué voló hacia allá? ¿Qué significó? ¿Esa águila personificaba a un personaje mixteco? Todavía no lo sabemos, pero el conocimiento es un horizonte sin límites y algún día se develará este gran misterio.