“¡Me van a decir quién mató a la niña!”

*Habla la tía del presunto asesino de Fátima que ayudó en su captura y entregó a los sospechosos a la policía

Oaxaca, Oaxaca, Viernes 21 de Febrero, 2020 (Fuente: BBC Mundo / Univision / Animal Político).- Irma Reyes miraba la televisión cuando vio algo que la inquietó. En la pantalla estaba la fotografía de su sobrino y su esposa, a quienes días antes había albergado en su casa.

Era un programa de noticias que informaba del secuestro y asesinato de la niña Fátima, de 7 años de edad, un caso que conmocionó a México y que desencadenó una inédita movilización policial para capturar a los responsables.

La fotografía que vio Irma era la de quienes, según la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México (FGJCM), eran sospechosos del crimen.

Se trataba de Gladys Giovana Cruz Hernández y Mario Alberto Reyes Nájera, sus huéspedes.

La mujer contó en entrevistas a medios locales que miró a la pareja y con voz dura los confrontó.

«¿Qué hicieron?», preguntó, pero solo hubo silencio como respuesta. Irma, entonces, le pidió a la esposa de su sobrino que ambos se entregaran, pero se negaron.

Irma entonces volvió a encararlos: «Díganme la verdad, ustedes hicieron esa infamia ¿verdad?». La mujer relató que después de eso, su reacción fue de aceptación.

«¿Quién la mató?»

El gesto sacudió a la mujer, pero se repuso. «Lo estoy viendo en la tele, ¡me van a decir quién mató a la niña!», insistió. «¿Quién la mató?».

Mario, entonces, acusó a su esposa. «Fue ella», pero después confesaron que los dos asesinaron a la niña.

Ese fue el inicio de la captura de quienes en ese momento eran las personas más buscadas de México.

Irma salió de su casa, junto a un cerro en el municipio Isidro Fabela del estado de México, y pidió a un hermano que buscara a la policía. «Voy a entregar a Giovanna y a Mario, ellos son los que están en la tele», dijo.

La pareja trató de huir, pero en ese momento llegaron varios policías municipales, a quienes Mario ofreció 500 pesos (US$27) para que los dejaran libres.

Fue inútil. La pareja fue detenida por cohecho, y un juez ordenó después su captura por el secuestro y asesinato de Fátima.

La FGJCM anunció que solicitará la pena máxima para la pareja, que de ser encontrada culpable podría recibir una sentencia de entre 80 y 140 años de prisión.

Conmoción

El asesinato de Fátima es uno de los casos que más indignación ha causado en el país en los últimos años.

La niña de 7 años desapareció el 11 de febrero al salir de la escuela, mientras esperaba a que su madre la recogiera.

Una mujer que posteriormente fue identificada como Giovanna, se le acercó, la tomó de la mano y empezaron a caminar.

El momento fue registrado por cámaras de seguridad del Gobierno de Ciudad de México. La pareja caminó por algunas calles y luego abordó un automóvil blanco.

A partir de ese momento nada se supo de la niña hasta el sábado 15 de febrero, cuando su cuerpo fue encontrado sin vida con huellas de abuso sexual y tortura.

Estaba dentro de un costal envuelto con una bolsa de plástico, a menos de 5 kilómetros de su escuela.

Las autoridades emprendieron una amplia operación para encontrar a los responsables del crimen.

Las pistas les llevaron al sitio donde vivían Mario y Giovanna, cerca de la casa de Fátima. Allí encontraron la ropa de la niña y restos de sangre, que resultaron ser de ella.

La cacería de la pareja se extendió a las estaciones de autobuses de la capital y estados vecinos, así como el aeropuerto de Ciudad de México. También se emitió una alerta para las fronteras del país.

La operación terminó cuando Irma Reyes entregó a Mario y a Giovanna.

Indignación

En algunas entrevistas, Irma Reyes explicó que la pareja confesó por qué secuestró a la niña, y cómo terminó por matarla.

Giovanna le dijo que su esposo «quería un regalito, una novia joven que le durara para siempre».

La mujer alegó que tenía miedo porque su pareja había amenazado con abusar de los hijos de ella, por eso dice que decidió llevarle a Fátima.

«Me dijo que iba a verlo con una de mis hijas. Me espanté y fui y se la traje», le contó a Irma.

La pareja le aseguró que no tenía intención de asesinar a la niña, pero que cuando se dieron cuenta de que su familia la buscaba decidieron terminar con su vida.

Después se fueron con sus hijos a la casa de Irma. Mario tenía varios años de no ver a su tía, después de que su padre se suicidara en ese lugar.

La mujer cuenta que recibió a la familia sin problema por el recuerdo de esa muerte. Pero cuando supo por qué buscaban su ayuda, cambió de opinión.

No está claro si la decisión de entregarlos a la policía municipal de Isidro Fabela fue definitiva en el caso.

Las autoridades ya seguían el rastro de la pareja e incluso ubicaron con drones la casa donde se escondían.

Mario y Giovanna permanecieron 48 horas en una cárcel del vecino municipio de Atizapán acusados de cohecho.

Este viernes fueron trasladados a Ciudad de México donde serán encarcelados en la prisión de Santa Martha Acatitla, en el oriente de la capital, para ser sometidos a juicio.

En las afueras de la FGJCM se reunieron decenas de personas que los insultaron y exigieron para ellos la mayor pena de cárcel.

Todos los días desaparecen 7 niños como Fátima:

la cifra que desnuda una ‘epidemia’ en México

«Se activa Alerta Ámber para localizar a la menor de 17 años Rebeca Ávila, al menor de 10 años Matteo Padilla, al menor de 3 años Patricio Lerma, a la menor de 10 años Jaqueline Campos, al menor de 6 años Dilan Menéndez, a la menor de 17 años Ximena Hernández…»

Así comienzan las publicaciones que la Fiscalía de la Ciudad de México publicó una y otra vez este viernes en su cuenta de Twitter, y que evidencian una «epidemia de desapariciones» en la que cada día, en promedio, se pierde el rastro de siete menores y son asesinados 3.6 niños o adolescentes en México.

El caso de Fátima Aldrighett, una niña de siete años que fue secuestrada frente a su escuela y hallada días después asesinada dentro de una bolsa de plástico tras haber sido abusada sexualmente, ha generado una mezcla de dolor y rabia en un país acostumbrado a las historias de crímenes que lo asolan. Y avivado las exigencias para que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador haga lo que según esas organizaciones prometió hacer poco después de llegar al poder.

«Fátima no tenía que morir. Falló la escuela, falló la fiscalía, falló la sociedad mexicana y, nuevamente, Fátima representa el fracaso del Estado, de esta crisis de derechos humanos que tanto hemos hablado y que parece que a nosotros no nos toca, que no nos va a pasar», lamentó Juan Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).

«El feminicidio de Fátima no es aislado de los 3.6 homicidios que ocurren todos los días, 6-7 de cada 10 con arma de fuego, el feminicidio de Fátima no es aislado con lo que pasa con el reclutamiento de muchos adolescentes en al país, y es una más de las víctimas de desaparición de las cuales 11,000 víctimas desde que inició esta guerra absurda seguimos sin saber de ellos», agregó en declaraciones hechas esta semana en la cuenta de Facebook de REDIM.

Esos saldos se tornan aún más preocupantes cuando la mirada se enfoca solo en las desapariciones de menores.

Entre el 1 de diciembre de 2018 y el 31 de diciembre de 2019 se registraron 2,720 casos de niñas, niños y adolescentes desaparecidos en México. Es decir, un promedio de siete por día que representa a su vez un aumento frente a las 4 desapariciones por día que se registraban justamente antes de iniciado ese periodo, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Gobernación de México. Solo el 63% de ellos fue hallado.

Y, si el foco se achica todavía, los números atemorizan. Desaparecieron en ese lapso 85 niños de menos de 4 años, 63 entre 5 y 9 años, 252 entre 10 y 14 años y 759 entre 15 y 19 años, según los datos oficiales.

«Una búsqueda en vida, no para encontrar los restos»

Pérez García, de REDIM, apunta a que el problema principal es que las fiscalías no han hecho su trabajo a la hora de atajar estos casos. «Seguimos sin tener un sistema de información vivo que permita tener alertas y lo más lamentable y ofensivo es que siguen pidiendo que las familias esperen 48-72 horas para poder iniciar la búsqueda», dijo. No poder activar una alerta rápidamente fue precisamente una de las fallas en el caso de Fátima.

«La ley establece que esta búsqueda es inmediata y es una búsqueda en vida, no es para encontrar los restos», acotó.

En medio de la indignación en México, las primeras declaraciones de López Obrador resultaron desafortunadas. Al ser consultado en una de sus conferencias de prensa diarias, el presidente vinculó el crimen de Fátima con una «degradación progresiva que tuvo que ver con el modelo neoliberal». AMLO, acrónimo con el que se conoce al mandatario, también pidió que «no estén pintando puertas» a quienes protestaron recientemente por los feminicidios que acaban con 10 mujeres en México todos los días.

Además del enojo por el asesinato de Fátima, el país estaba en un duelo reciente por el feminicidio de Ingrid Escamilla, una mujer de 25 años que fue asesinada y desollada por su pareja.

La rabia colectiva saldrá de nuevo a las calles capitalinas el próximo 9 de marzo, para cuando fue convocado un ‘día sin mujeres’ para protestar en contra de la creciente violencia de género en México.

«Ni una mujer en las calles, ni una mujer en los trabajos, ni una niña en las escuelas, ni una joven en las universidades, ni una mujer comprando», lee una de las convocatorias publicadas en redes sociales.

Fátima era curiosa, nunca festejó su cumpleaños

y quería ser doctora para ayudar a otros

Fátima Cecilia Aldrighett Antón era la más pequeña de su familia. Tenía siete años y quienes la conocieron la describen como curiosa y risueña. Le gustaba ayudar a todos, por eso es que quería ser doctora o volverse millonaria para poder ayudar a los niños en situación de calle, curarlos o darles dinero para comer y vestir, relata su hermana apenas conteniendo el llanto.

Lo primero que preguntaba a quienes atendían algún negocio cerca de su casa era “¿qué haces?”, y cada respuesta traía otra y otra pregunta. Era tan inocente, que también podía hablar con cualquiera, aunque no lo conociera bien.

Si había más clientes, les decía “¿me regalas un pesito?”. Con eso compraba borrachitos, un dulce típico de leche envinado que costaba un peso. “Esos eran sus favoritos, igual que de Panchito, su hermano de 9 años”, narra Olivia la dueña de la papelería a la vuelta de la casa de la familia Antón, en Tulyehualco, en la alcaldía Xochimilco. 

Fátima apenas había entrado a primer año de primaria, en el turno vespertino y en una escuela distinta a la de su hermano. Por eso es que, en la tarde, ya con el uniforme puesto, acompañaba a su madre a recogerlo y luego ambos la dejaban a ella en su escuela, la primaria Enrique Rebasamen a las 2 de la tarde.

Así era su rutina, dice una de las vecinas con quien frecuentemente coincidían en la parada del camión a esa hora. “La niña era muy obediente, si Magda le decía que se quedara quietecita, se entretenía con cualquier cosa, un palito, una plantita mientras platicábamos”, relata la señora Rosalba. 

A veces los dos pequeños acompañaban a su madre al café internet de la vuelta, pero sólo podía pagar por la renta de una computadora. “Cuando mi hija estaba aquí viendo videos, Fátima se acercaba y ya las dos veían Pepa Pig o el Chavo del Ocho, que le gustaba mucho”, cuenta Job, el dueño del negocio.

Los vecinos conocían bien la situación de la familia que vivía en esa casa con zaguán azul y barda apenas en pie con las varillas expuestas. María Magdalena era madre de tres hijos; su esposo, José Luis Aldrighett, de 71 años, había sido zapatero, pero al separarse él se fue a vivir a Tláhuac y se dedicó a manejar un moto-taxi, donde ganaba poco.

María Magdalena se dedicaba a quehaceres domésticos, pero no era un trabajo estable. Apenas hace un mes había comenzado a vender dulces caminando por la colonia con sus dos hijos pequeños y su hija mayor, Karla, de 18 años, decidió hace un año vivir con su novio.

Fátima nunca tuvo un festejo de cumpleaños, tampoco fue bautizada, y muchos de sus juguetes y ropa eran donaciones de los vecinos, y algunas veces también les regalaban comida. Por eso, la solidaridad en esta comunidad debía ser aún más intensa ante la tragedia que la familia estaba viviendo.

El 11 de febrero pasado, la pequeña Fátima salió de la escuela a las 18:30 horas como todo los días, pero ésa vez, su madre se había retrasado unos minutos. Aún así, los maestros de la primaria dejaron a la pequeña en la calle y una mujer que no ha sido identificada, se la llevó.

Las siguientes horas fueron de desesperación, sobre todo porque el Ministerio Público no quiso tomar la denuncia de la desaparición argumentando que debían esperar 72 horas y al otro día, después de lograr que la Procuraduría emitiera la alerta Amber para su búsqueda, los vecinos pegaron carteles por toda la colonia pero nadie dio ningún dato de la pequeña, ni las autoridades que se presentaron hasta el domingo 16 de febrero para hacer investigaciones en la zona.

Buscaban a la mujer que se había llevado a la niña y cuyo rostro había quedado registrado en las cámaras de la ciudad, pero ya habían pasado cinco días de la desaparición.

Ese día también encontraron los restos de una menor en una bolsa de plástico a menos de tres kilómetros de la casa de los Antón y por la tarde, la Procuraduría hizo los exámenes de ADN para determinar si se trataba de Fátima. La respuesta fue positiva.

La madre, María Magdalena estaba desecha. Aunque Olivia su vecina le ofreció de cenar la noche del domingo, no probó bocado. “Empezó a temblar y se encerró en su casa, llevaba días sin dormir y sin comer, hasta con preocupación nos dejó anoche”.

“Pensaron que iba a ser una más”

Sonia López, tía de Fátima, estaba quebrada. No podía contener el llanto mientras hablaba de la pequeña, a quien se refería como “mi niña amada, mi niña preciosa”. Hoy aún estaría con vida de no ser “porque las instituciones no dieron la atención que debían dar, porque no se siguieron los protocolos que se debían seguir”.

Antes de llevarse el cuerpo de la pequeña del Instituto de Ciencias Forenses, Sonia declaró ante reporteros que “había un problema de salud mental y no se le dio la atención, es algo que ya se había reportado, que ya habíamos pedido”.

Con su dolor mezclado con impotencia describió que “Fátima estuvo en una situación muy vulnerable de la que alguien se aprovechó. Alguien vio que no había los cuidados pertinentes para Fátima y pensó que no íbamos a reclamar su nombre, que iba a pasar como una desconocida, que iba a ser una más de tantas miles que están desaparecidas en este país y no es así. Fátima no la vamos a olvidar, tiene que ser un nombre que recuerde que vivimos en un país de desaparecidos, de desigualdad, de gente que no le importa que sea una más”.

Aunque no precisó que el problema mental al que se refirió era de María Magdalena, la madre, quienes la conocen dicen que si bien no tiene un diagnóstico de algún padecimiento mental, su temperamento era inestable, “parecía que tenía un problema de nervios”, aunque eso no impidió que cuidara bien de sus hijos, afirman algunos vecinos.

Al conocerse este caso, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México (DIF-CDMX) envió una tarjeta a medios de comunicación en la que informó la existencia de un expediente del caso de la familia de apellidos Antón Fernández, residente en Xochimilco.

En noviembre del 2015, una persona cercana a la familia interpuso un reporte por “problemas en el círculo familiar, descuido y maltrato emocional hacia un niño y dos niñas, una de ellas de iniciales F.C.A.A., que entonces tenía dos años de edad”.

De acuerdo con esta tarjeta, un trabajador social del DIF de la Ciudad de México, asistió al domicilio de la familia y la madre informó que estaba siendo atendida por una trabajadora social del DIF nacional, quien también acudía por reporte de maltrato, por lo que en febrero de 2016 el DIF de la Ciudad de México cerró el expediente.

Sin embargo, en julio de 2017, una mujer quien dijo ser tía de Fátima, llamó al DIF de la Ciudad de México para solicitar orientación para el proceso de guarda y custodia de sus sobrinos, “señalando que existía descuido y negligencia generado por la progenitora y padrastro”, pero después de esa fecha “no se tiene ninguna interacción con la solicitante”, según la información oficial.

Nadie en la familia quiso hablar al respecto, pero ya en el funeral, cuando el pequeño féretro blanco llegó a la casa de la familia en Tulyehualco, Sonia y María Magdalena lloraron juntas, abrazadas. Mientras la madre recibía el pésame, la tía se llevaba las manos a los ojos hinchados para limpiarse las lágrimas. Hubo muchas palabras entre ellas, pero nadie se enteró entre la multitud de porras, llanto y alabanzas.

Eran las 18:30 horas y para entonces, los vecinos ya habían logrado cooperar lo suficiente para comprar flores y comida; otros donaron las lonas y sillas para el funeral. También habían resuelto los demás gastos gracias a que la organización de moto- taxis de la zona y la alcaldía de Xochimilco pagaron los 12 mil pesos de la funeraria. “¿Te imaginas? Ellos no hubieran podido pagar eso”, dice Olivia, la vecina que se ha encargado de la colecta y los pagos.  

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