La oscuridad es el lugar más seguro para un drogadicto

*La sociedad le tiene miedo a un drogadicto, a un alcohólico, a una persona a la que juzga por su condición y su manera de vivir, pero no se pregunta qué es lo que lo orilló a vivir en ese mundo
Oaxaca, Oaxaca, Jueves 23 de Enero, 2020 (Fuente: Agencia JM).- «Rescatando valores» es un grupo social de voluntarios altruistas que se ha dedicado a llevar una sonrisa a los hospitales y lugares a donde muy pocos tienen la fortuna de ir a solidarizarse y convivir con los sufridos.
Tito Tito Capotito es de ocupación payaso, pero no un payaso cualquiera, sino un gran ser humano que se ha preocupado por llevar alegría, una sonrisa a los niños con cáncer, a compartir el dolor cuando uno de ellos parte de este mundo a consecuencia de esa enfermedad.
Su trayectoria se ha enfocado en ayudar a las personas en situaciones difíciles, esta semana, los voluntarios visitaron el Hospital de la Niñez Oaxaqueña, el Hospital General Doctor Aurelio Valdivieso, y el lugar a donde muchos le temen entrar por la presencia de drogadictos, alcohólicos, personas en situación de calle, la Central de Abasto.
«Llegamos al módulo de seguridad y le preguntamos a un policía si podíamos pararnos ahí, porque les llevábamos un ponche a los indigentes y a personas en situación de calle que duermen en los pasillos de la Central, y el oficial nos dijo que sí podíamos regalarlo, pero no cerca del módulo, porque podíamos tener problemas. Nos movimos de lugar y empezamos a buscar pasillo por pasillo, por el lado de las bodegas donde encontramos grupitos de dos, tres y hasta siete personas, algunos inhalando, otros fumando, uno que otro inyectándose, todos ellos drogadictos», manifestó una de las chicas que le tocó ir en esta ocasión a repartir ponche.
Pudieron observar que estas personas buscan los lugares oscuros, dónde no hay luz, porque es donde más seguros se sienten. La sociedad le tiene miedo a un drogadicto, a un alcohólico, a una persona a la que juzga por su condición y su manera de vivir, pero no se pregunta que es lo que lo orilló a vivir en ese mundo.
Un chico de 23 años se detuvo a platicar y los voluntarios le preguntaron de donde era originario, y manifestó ser de la región del Istmo, pero vive en la ciudad de Oaxaca desde los 3 años de edad, porque sus padres lo vendieron, él es uno de los que está mucho más al pendiente de la vigilancia y seguridad en los pasillos por las noches en la Central, y se asoma para todos lados y en cuanto ve algo les grita a sus compañeros, «acaba de pasar una camioneta, ya es muy tarde para eso, acabó de llegar un carro, échale un ojito», entre ellos se cuidan.
Muy en el fondo, ellos creen en un dios, muy a su manera, pero creen, algunos de ellos, Vidal, Pame, Sandy, Uriel, Juan, Antonio, Sahuayo, Gina se sorprendieron al ver a dos mujeres y una adolescente y no tenerles miedo, asco ni repugnancia, «aquí dormimos, aquí estamos», dijeron algunos de ellos y preguntaron a los voluntarios cuando volverían a regresar. «La policía aquí nos trata como delincuentes, a veces platicamos entre nosotros y de repente nos reímos de alguna chistosada que nos causa risa y cuando menos sentimos ya están los ‘perros’ diciéndonos que nos callemos», dijo uno de los que duermen por el lado del estacionamiento.
Varios de ellos duermen en las puertas de los negocios donde está oscuro, porque así se sienten seguros. De día hacen mandados, como tirar basura, algunos están por la rampa donde los comerciantes tiran la basura, otros en la «Y», otros por el estacionamiento, se encuentran distribuidos, pero se conocen y lo mejor de todo es que se cuidan.
Durante la visita de los voluntarios, se hablaban entre ellos y se decían: «vengan por un ponche que traen las jefitas», ellos conocen los lugares en donde se reúnen, «algunos todavía andan zocaleando», dijo uno de ellos porque todavía no llegaban.
Este caminar con el grupo social “Recuperando Valores” es con el único objetivo de ayudar a los demás sin esperar recibir algo a cambio, la alegría con la que cada uno de los integrantes ha realizado esa labor altruista. «Cada día que visitamos un lugar, el que sea, aprendemos algo, de la Central aprendí que no hay lugar más seguro que desde donde te encuentres, esos lugares oscuros donde los chicos se quedan es el lugar que más amor necesita; es la oscuridad diciendo aquí estoy, no me tengas miedo, y cuando llegas encuentras a un chico lleno de miedo, pero cuando te des la vuelta después de haberle dejado un poquito de lo que le puedes dar, te dice gracias, que Dios te bendiga, que dios te dé más y espero verte pronto».
«Son palabras que te hacen reflexionar y que te dicen, al menos en lo personal a mí me dijeron, vuelve, ayúdalos», terminó diciendo una de las chicas que esta vez se aventuró a entrar a las nueve de la noche al lugar del peligro, donde los mismos drogadictos le dieron seguridad.